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Etología

Curso del GECAF: La prevención de algunos trastornos del comportamiento durante la consulta veterinaria

El interés para el clínico es poder abordar primero al animal en función de su etograma, lo cual  es esencial por diversas razones: la seguridad del veterinario (los estados de ansiedad retrasan la curación y pueden estar en el origen de algunos schock en la anestesia).

El miedo es la afección más encontrada en las clínicas veterinarias. Sin embargo, el miedo comienza muy temprano, ya que el cachorro aprende esta emoción desde el final de la quinta semana de vida. Existe por otra parte según algunos autores, un período de impronta de las angustias, entre la 8ª y 10ª semana. Esto significa que en este momento, con cualquier miedo se corre el riesgo de dejar una huella duradera en la experiencia del individuo. Desgraciadamente, es también en esa fecha cuando debemos practicar en el cachorro una vacunación de la mayor importancia. Conviene acordar la mayor importancia a nuestra actitud durante esta consulta, ya que de ella dependerá en parte el comportamiento futuro del animal.

Se puede intentar un protocolo preciso propuesto por VOLMER y basado sobre el principio del contra-condicionamiento. Puede resumirse como sigue:

– dar al propietario una comida muy apetente desde su llegada en sala de espera, y dejar que el cachorro se entretenga de esta manera.

– El ASV (asistente veterinaria o enfermera veterinaria) debe volverse familiar arrodillándose y atrayendo la atención del animal con ayuda de golosinas. Cuidado de no saciar al animal para tener la oportunidad de ofrecerle golosinas sobre la mesa de examen.

– Evitar dejar al cachorro divagar con el objeto de evitar encuentros desagradables (gatos, perro grande).

– Sobre la mesa de consulta, además de golosinas puede ser distraído por el ASV con pequeños juguetes.

– El termómetro debe ser previamente lubrificado e introducido cuando el cachorro está distraído presentándole por ejemplo una carnaza.

– La inyección es otro momento clave de la consulta, los propietarios tienen ellos mismos fobia a los "piquetes". Hay que desensibilizar la zona subcutánea mediante una presión de los dedos sobre la piel del cuello, inyectar lentamente con una aguja nueva y con bordes adecuados, dejando al animal deglutir su golosina.

Aún con todas estas precauciones el animal en ocasiones puede aullar, Sin embargo, la angustia de los amos es un factor mayor de ansiedad en el animal. Se aconseja entonces explicar a los propietarios antes de practicar la inyección que el pequeño perro puede gritar, que es muy normal ya que nadie gusta de las inyecciones pero que en cambio no hay que tomar al cachorro en brazos para darle consuelo bajo riesgo de reforzar su ansiedad.

La prevención del miedo no se resume a las primeras consultas vacunales. En efecto, un código de buena conducta puede ser instituido en la clínica. Este código descansa sobre varios temas:

– medidas de higiene con el objeto de borrar entre cada consulta las feromonas dejadas por el paciente precedente.

–  técnicas comportamentales como el contra-condicionamiento o el empleo de feromonas podría tener efectos anxiolíticos

– una contención racional y sin pasión

La aproximación del animal miedoso y/o agresivo es facilitada cuando el clínico posee conocimientos en comportamiento de los carnívoros domésticos ya que le da la seguridad necesaria para una aproximación tranquila al animal potencialmente peligroso. Es importante recordar que el perro es sensible al "lenguaje corporal" y que va a detectar con facilidad el miedo que el hombre intenta esconder.

El miedo va a manifestarse esencialmente bajo dos esquemas: un modo pasivo y un modo activo. En el primer caso el peligro para el hombre es débil, el animal quedándose rígido. Para el segundo caso, el animal busca huir por todos los medios y cuando se encuentra arrinconado acaba siendo potencialmente peligroso. En este caso es necesario no ir adelante del animal, pero en cambio dejarlo venir hacia uno quedando en posición baja.

Para evitar que el animal intente renovar sistemáticamente este tipo de comportamiento, hay que evitar sensibilizar al animal mediante cuidados dolorosos o por estímulos anxiogénos repetidos y, en caso de agresión, no favorecer el refuerzo.

Por regla general, al desconocer si nos encontramos frente a un inhibido o un agresivo, hay que cuidarse previniendo al animal antes de cualquier manipulación empleando un ritual de contacto es decir emplear una postura apaciguadora y hablar al animal.

Para un perro inhibido es preferible dejarlo entrar primero en la sala de consulta, arrodillarse después, desviar la mirada y esperar a ser olfateado.

En cambio, el animal con tendencia agresiva y dominante deberá ser esperado en la sala de consulta adoptando una actitud sensata de "dominante" no provocador (mirar al animal sobre la línea del dorso y no en los ojos).

En hospitalizaciones, la agresividad en ocasiones encontrada puede ser debida a la ansiedad de comunicación que reina en la perrera. Esta ansiedad es exacerbada por la condición de encierro y por la disposición de algunas jaulas frente a frente. Si hay que sacarlo de ella es conveniente no emplear métodos coercitivos (ej. : el lazo); en cambio, con un poco de paciencia, una actitud al margen y las puertas de la jaula abiertas se obtendrá casi siempre la salida del perro.

La salida higiénica es un momento privilegiado para dejar al animal familiarizarse con el personal. El retorno a la jaula puede resultar en ocasiones difícil pero una actitud firme o el empleo de astucias (comida servida en el fondo de la jaula) serán otra vez más adecuados que cualquier ensayo de captura.

 

A manera de conclusión no olvidemos que se prefiere perder algunos minutos para entrar en contacto dulcemente con el animal que preciosas media-horas para cuidar heridas del uno o del otro y limpiar las suciedades.

SALIR Y REGRESAR

LO QUE HAY QUE HACER

– Enseñarle a hacer sus necesidades fuera desde el principio.

– Restringir el área del cachorro desde el principio.

– Sacar al perro sistemáticamente después de cada ingesta de comida o de agua y cada despertar al lugar donde debe hacer (este lugar debe ser aseado).

– Si el cachorro es agarrado in fraganti, tomarlo por la piel del cuello diciéndole "No" firmemente, sacarlo inmediatamente y recompensarlo calurosamente cuando haya hecho sus necesidades.

– Recompensar muy calurosamente justo después que el cachorro haya hecho sus necesidades.

– Recoger las suciedades hechas en la casa fuera de la presencia del perro.

– Dar la comida a horas fijas.

– Vermifugar correctamente.

 

LO QUE NO HAY QUE HACER

– No dejarlo entrar si no ha hecho sus necesidades.

– No castigarlo sin encontramos a posteriori deyecciones en la casa.

– No ponerle la nariz adentro.

 LAS COMIDAS

LO QUE HAY QUE HACER

– Dar la comida siempre después de la comida de los amos o en su acaso aparte.

– En un  lugar sin importancia en la vida social de la familia, es decir no en medio de la cocina, ni en un lugar de paso obligado.

– Dejar el plato disponible únicamente una decena de minutos, retirarla hasta la próxima comida

– Enviar al perro a su esquina si mendiga.

 

LO QUE NO HAY QUE HACER

– Comida a libre disposición

– Ninguna comida entre comidas

– Ninguna sobra de mesa

– No mirar jamás al perro comer

EL JUEGO

LO QUE HAY QUE HACER

– Dejar al cachorro jugar con otros perros y sin cadena.

– Enseñar al cachorro a controlar sus maxilares: cuando da mordiscos en las manos o cualquier otra parte del cuerpo, asirlo por la piel del cuello levantándolo  ligeramente y diciéndole firmemente "No", y sentarlo dejando el juego inmediatamente.

– Actitud idéntica de todos los miembros de la familia

 LO QUE NO HAY QUE HACER

– ¡ No dejarse mordisquear muy frecuentemente, pretextando que es un bebé !

– Si el cachorro tiene problemas para controlarse, no favorecer todos los juegos de tracción mientras el control de la mordida no está adquirido.

– No aceptar juegos de jalar (ropa, tejido).

– No ponerse nunca en posición de sumiso: nunca bajo el perro, no aceptar patas sobre las rodillas o las espaldas.

CUIDADO : Pensar en educar a los niños sobre el respeto del perro lo cual permite evitar una posible agresividad de este último hacia otros niños.

EL CASTIGO

DEBE SER

– Simultáneo al acto reprensible al inicio,

– desagradable para el perro y significativa,

– sistemática,

– proporcional a la falta cometida.

 

PUEDE SER

Directa:
asir al perro de la piel del cuello (reproducción del comportamiento maternal) y sacudirlo ligeramente.

Observación: pegarle a un perro es un castigo típicamente humano el cual tiene poco significado para el animal. Si sin embargo la "cachetada" debe partir, puede ser administrada con la mano ya que el perro hace la diferencia entre la mano que acaricia y la que pega. El perro reconoce la cólera por las señales para verbales y no por los golpes.

A distancia:
lanzar un objeto no peligroso y de preferencia ruido (ejemplo: periódico).

 

LA RECOMPENSA

DEBE SER

– al finalizar el acto esperado,

– excepcional (golosina no azucarada),

– sistemática al principio, aleatoria cuando las metas son regularmente buenas.

 

PUEDE SER

Comida: debe ser una comida que no se da de ordinario, y muy apetente (ej.: pedazo de queso),

contactos físicos: caricias, palabras calurosas, abrazos.

Para una buena educación: castigar al acto reprensible inmediatamente y buscar desencadenar el acto inverso recompensando muy calurosamente a la obtención de la buena respuesta.