DEFINICION
En medicina humana, se describe una ansiedad normal que no tiene implicación funcional ni alteración de la adaptabilidad y la ansiedad patológica que impide al individuo vivir normalmente con complicaciones orgánicas.
La ansiedad en el animal es considerada según Pageat como un estado patológico y es definida como "un estado reaccional caracterizado por un aumento de la probabilidad de desencadenamiento de reacciones emocionales análogas a la del miedo, en respuesta a cualquier variación del medio interior o exterior. Se observará una desorganización de los auto-controles y una perdida de adaptabilidad a cualquier variación del medio ambiente".
El estado de ansiedad siendo un estado patológico y no una afección, podrá encontrarse en numerosos estados patológicos que tendrán en común varios síntomas.
¿ Cuales son entonces los síntomas del estado de ansiedad en el sentido más amplio ?
EXPRESIONES CLINICAS DE LA ANSIEDAD
Descripción: el perro es presentado a consulta por presentar comportamientos que ocasionan molestias cuando es separado de sus amos. Se observará destrucción del mobiliario, vocalizaciones, micciones, defecaciones dispersas en la habitación, en ocasiones vómitos o un intenso ptialismo. Estas manifestaciones podrán ocurrir cuando los propietarios estén ausentes del domicilio, también en la noche si el perro duerme en otra pieza que la recámara de sus amos, e incluso de día cuando no puede estar cerca de ellos. Estos perros son descritos como "muy pegajosos", siguen uno o varios miembros de la familia paso a paso, es clásico que señalen que el perro intenta entrar al baño con ellos, y llora detrás de la puerta si no lo logra. Estas manifestaciones pueden ser observadas cuando el perro se encuentra con otra persona que la que sigue siempre, la soledad no es el estímulo desencadenante.
Algunos perros podrán presentar un granuloma de lamido, una bulimia o una potomanía.
Los reencuentros desencadenan una "fiesta" muy espectacular, la cual puede durar varias decenas de minutos. Sin embargo, es bastante frecuente que los propietarios describan una secuencia muy distinta en la cual el perro esta "cabizbajo", muestra signos de un "sentimiento de culpabilidad", alejándose de sus amos bajando la cabeza, las orejas hacia atrás, la grupa "hacia adentro", la cola pegando sus miembros posteriores, mientras que algunos gemidos pueden ser emitidos. Esta respuesta estaría, según los amos, asociada a los destrozos cometidos durante el periodo de separación.
Etiología – patogenia: es actualmente muy bien conocida, y esta comprensión está en el origen de la gran eficacia de los medios terapéuticos que hemos desarrollado.
Hemos visto, a propósito de la descripción de la clínica, que los perros presentan únicamente trastornos cuando están siendo afectados por ellos, buscan de manera permanente el contacto con uno o varios miembros de la familia (o con otro animal). De hecho, si empujamos más lejos las investigaciones, se observa que organiza todas sus actividades alrededor de esta persona, y no encuentra el sueño más que cuando está cerca de ella. Se trata aquí de un estado de hiperafectividad.
Cuando se efectúa la venta, el cachorro normalmente tiene entre 2 y 3 meses y se encuentra aún en estado de apego con su madre. La separación interviene en un periodo donde el cachorro es dependiente de este lazo que le provee un "polo seguro" para desarrollar todos sus comportamientos. Esta ruptura induce una fase de angustia muy conocida durante la cual el animal joven gime durante la noche, busca a su madre, come poco. Esta angustia encuentra su resolución con el establecimiento de una nueva relación de apego con uno de los propietarios. Es, muy a menudo, la persona que prodiga al cachorro los cuidados vitales (comida, cuidados corporales…) quién también intenta apaciguarlo acariciándolo, quién será el nuevo sujeto de apego. La relación tiene además más posibilidades de instaurarse cuando esta persona desarrolla también un lazo de apego, lo cual, casi siempre, se produce sobre fondo de relación maternal, deseada por una persona de la familia. Este nuevo apego es positivo para el cachorro, le permite acabar con su desarrollo. Pero, hemos visto también que el apego funciona bien a condición que su corolario aparezca : el desapego. Sin embargo, si la perra desencadena sistemáticamente esta ruptura, no ocurre igual con personas que mantienen una relación de apego con su perro. Lejos de provocar este distanciamiento, del cual ignoran la absoluta necesidad, siguen respondiendo a las solicitudes del perro ya púber y provocan así el paso a un estado de dependencia afectiva que será el origen de la
ansiedad de separación.
A partir del momento en que esta hiperafectividad se ha instalado, las manifestaciones de angustia normales cuando el cachorro se separa durante el periodo infantil, en lugar de atenuarse progresivamente, van a aumentar y lleva al cuadro clínico que hemos descrito. Los destrozos provocados sobre el mobiliario, muy lejos de ser los signos de una "venganza" cualquiera como creen numerosos propietarios, o aún más como consecuencia del aburrimiento engendrado por la soledad, resultan en realidad de una exacerbación del comportamiento exploratorio. El perro busca en todas partes la presencia del sujeto de apego, esta exploración por completo frenética, va en ocasiones poner al perro en presencia de sustratos muebles sobre los cuales desencadenará respuestas de hurgamiento en ocasiones enlazadas mediante el uso de los maxilares que romperán. Este origen de los destrozos del mobiliario es confirmada mediante el análisis de secuencias videofilmadas que hemos podido realizar. El encadenamiento de los actos y la aparición progresiva de una desregulación de las fases exploratorias hacia actividades de contacto con sustratos desencadenantes esta así confirmada. Es recomendable entonces abandonar la hipótesis de los "comportamientos redirigidos" que habíamos propuesto en el pasado, no conciernen a estos pacientes. La dispersión de los destrozos, pero también la naturaleza de los objetos destruidos se explica por el origen "exploratorio" de estas conductas. Muy a menudo, los propietarios se quejan de que el perro parece escoger objetos en especial de mucha estima por el sujeto de apego, para destruirlos, esto parece sobre todo resultar del hecho de que estos objetos han sido asociados por el perro con la presencia de esta persona. No se sabe, hoy, si se trata de una asociación memorizada después de observación o si se trata de una relación olfativa posible por la manipulación privilegiada de estos objetos "preferidos". En el caso particular de la ropa interior, la cual es muy a menudo sacada del cesto de "ropa sucia", la relación olfativa es en cambio evidente : se trata por otra parte de un comportamiento subrayadamente frecuente.
Sin embargo, si el hiperafecto es el elemento etiológico mayor de la ansiedad de separación, no permite por si solo explicar toda la clínica. Sobre el plano de la patogenia, nos parece esencial insistir sobre dos elementos mayores que son los rituales de salida y de regreso. En efecto, el análisis de los datos obtenidos en la consulta, permite ubicar casi sistemáticamente, en cerca de 90 % de los casos, la existencia de una secuencia interactiva fija que precede el momento de la separación. Esta interacción es inicialmente creada por los propietarios que ven en ello un medio para apaciguar a su perro quién se vengará del abandono diario, o incluso dejarle elementos estimulantes que permitirán combatir el aburrimiento infligido. A partir de este momento todas las estrategias pueden planearse, pero adoptan finalmente vías de realización bastante constantes :
– ofrendas de comida
– darle su ración de último minuto
– frases "conjuratorias": "sé bueno", "guardas la casa", "papa y mama regresan rápido",…
– salir escondiéndose, o bien salir uno después del otro para diluir el estrés, salir con ropa interior para vestirse en el carro…
– poner el radio o la televisión
– cerrar todas las puertas de las piezas "frágiles"
– sacar al perro en el último minuto
De hecho, cuando analizamos el registro de posturas de los propietarios durante esta interacción, pero también las reacciones del animal, se constata que los primeros emiten señales generalmente asociadas a situaciones de inquietud, mientras que el segundo contesta sobre el mismo registro y presenta fenómenos de anticipación más y más marcados (tabla IV-34).
En cuanto al ritual de regreso, este tiene las mismas consecuencias que el ritual de salida pero puede revestir un carácter agravante que le es propio. En efecto este ritual puede presentarse bajo dos aspectos en ocasiones coexistentes, en ocasiones adoptados sucesivamente en el tiempo o aún más exclusivos el uno del otro. En un caso, se trata del establecimiento del famoso ritual de "fiesta". Se trata, en realidad, de un caso típico de mala interpretación del comportamiento canino. En las primeras separaciones, durante el periodo infantil, los reencuentros desencadenan, en el cachorro, un estado de excitación caracterizado por la producción de una motricidad incoordinada, que no constituye en ningún caso un comportamiento en el sentido propio del término, se trata de una simple "descarga afectiva". Si embargo, resulta que, culturalmente, hemos todos aprendido que el regreso del amo es festejado por su perro. A partir de ese momento, esta reacción del cachorro es recibida como una demostración de placer y recibe una respuesta de acuerdo al carácter emotivo de este momento. La respuesta de los propietarios tenderá en fijar este momento de excitación y en consecuencia perenizarlo. En el perro en estado de hiperafecto, esta reacción será exacerbada, tendrá por resonancia el sentimiento de culpabilidad del amo quién buscará demostrar su amor a este perro que ha sido "indebidamente abandonado" cuando que es tan afectuoso. El carácter hipertrófico de estos reencuentros, al favorecer un estado de descarga emocional y de la agitación que presenta el perro durante los 45 a 60 minutos que preceden el final de una separación de regular duración (ausencia ligada al trabajo).
Inversamente, el perro puede presentar, al regresar sus amos, "manifestaciones de culpabilidad" las cuales serían debidas a la conciencia que tiene de haber cometido una falta causando destrozos en la habitación o bien aullando. Estos signos de culpabilidad son entonces recibidos por los propietarios como un llamado a la sanción : "sabe que ha hecho mal, pero aún así lo hace, seguramente es para molestarnos…". El perro recibe una fuerte corrección, se le mete la nariz en sus excrementos si ha defecado, se comenta en tono enojado la reparación de los destrozos y la limpieza de las suciedades. Aquí también, se trata de un grave error de interpretación. Habremos reconocido, en estas "manifestaciones de culpabilidad", señales de apaciguamiento que contestan las señales de amenaza emitidas inconscientemente por los propietarios cuando descubren la extensión de los destrozos. Contestarlas agrediendo al animal equivale en producir una situación eminentemente anxiógena ya que está en desacuerdo con la naturaleza del ritual emitido por el perro. Por otra parte, las sanciones que las acompañan son por lo menos sin interés (meter la nariz de un perro en la orina jamás tuvo nada de repugnante para él) ver incluso pueden reforzar algunas respuestas que pretenden suprimir. Es el caso para "la limpieza comentada" que recurre a un concepto desprovisto de sentido para el perro : "limpiar" pero crea una actividad que puede ser interpretada o como una exploración o como un juego por el perro. Esta última situación es frecuente con los perros jóvenes que han aprendido que la posición arrodillada de sus amos es la del llamado al juego y van a llegar hostigándolo cuando que este intenta limpiarlo todo explicándole al perro que no está nada bien lo que acaba de hacer. Podemos entonces entender cuán perturbador puede ser para el perro este regreso con castigo. Lo es aún más ya que esta estrategia es frecuentemente asociada a una demostración de satisfacción cuando el perro no ha hecho nada. Además de que la noción de recompensa de un acto que no ha tenido lugar no tiene ninguna eficacia, la incoherencia de estos regresos que concluyen o sobre golpes, o sobre caricias cuando que el perro muestra la misma postura de apaciguamiento, mantiene el estado de ansiedad del perro al aproximarse el regreso y explica su papel en la aparición de fenómenos de anticipación.
Sobre el plano neurofisiológico, la primera fase de la ansiedad de separación se caracteriza por un aumento de la vigilancia y de la motricidad, en la mayoría de los pacientes. La respuesta de los animales a tratamientos principalmente moduladores del sistema noradrenérgico confirma la implicación de estas estructuras en el desarrollo de los trastornos. Pero muy rápidamente, los fenómenos de anticipación y el aumento de la motricidad y de las conductas exploratorias sugieren la puesta en juego de estructuras dopaminérgicas, lo cual es confirmado por la terapéutica.
Epidemiología: se trata de una patología extremadamente frecuente, sin que existan estudios de la frecuencia de esta afección en la población canina, podemos decir que se trata sin duda alguna del más importante motivo de consulta de etología en clientela común. Los perros que viven en medio urbano parecen más frecuentemente afectados, pero es posible que ello sea debido a la menor tolerancia del tipo de hábitat a las manifestaciones clínicas de la ansiedad de separación la causa (ruido en particular). Factores socio-culturales pueden también estar implicados, el medio rural tiende en provocar de manera más voluntaria la ruptura del lazo de apego favoreciendo la vida al exterior.
En cambio, no parece posible ubicar cualquiera prevalencia de una raza o de un sexo.
Las familias sin niños, aquellas cuyos niños son adolescentes o adultos, las parejas de jubilados, parecen desarrollar con mayor facilidad lazos de hiperafecto con su perro. Al igual que, los cachorros adquiridos muy temprano después de un duelo parecen más frecuentemente afectados.
Evolución: se trata de un trastorno extremadamente estable en el tiempo. Unicamente la naturaleza de los síntomas puede evolucionar, con el tránsito de una ansiedad de tipo
ansiedad intermitente, a una
ansiedad permanente. Todavez, incluso esta evolución, clásica para los estados de ansiedad, es muy lenta, con una velocidad de evolución promedia de 5 años. Las ansiedades de separación van en realidad a expresarse desde el principio bajo una forma que depende mucho de la historia del animal y tal vez también de factores endógenos. También, las ansiedades de separación que se expresan bajo forma de ansiedad permanente lo hacen desde el principio.
A largo plazo (5 años y más) se puede notar que estos animales parecen desarrollar una depresión de involución, mucho más fácilmente que la población normal. La ansiedad de separación aparece como una de las patologías ansiosas que favorece la aparición de una depresión de involución. Como ha sido demostrado a propósito de estas depresiones, es sobre todo la ansiedad de separación bajo su forma de ansiedad intermitente la que evoluciona en esta dirección (PAGEAT 1990).
Diagnóstico: descansa sobre la puesta en evidencia de los elementos siguientes :
* Estado de hiperafecto
– animal púber o de más edad
– conjunto de las actividades organizado de manera radiante alrededor del sujeto de apego
– búsqueda sistemática del contacto físico con esta persona para dormirse
– búsqueda sistemática de un contacto visual antes de comenzar cualquier actividad
– agitación y en ocasiones quejas desencadenadas a la menor tentativa de alejamiento
* Existencia de manifestaciones ansiosas desencadenadas por la separación
– ansiedad intermitente: destrucción de mobiliario dispersas en toda la zona frecuentada por el perro, micciones por miedo, defecaciones por miedo, vómito, ptialismo, emisión de quejas.
– ansiedad permanente: inhibición de la actividad exploratoria, granuloma de lamido, potomanía, bulimia, emisión de quejas.
Diagnóstico diferencial:
* Síndrome de privación: no hay que olvidar que la aparición de una relación de hiperafecto es una de las vías para la mejora espontánea del cuadro clínico de los estadíos 1 y 2 del síndrome de privación. Cuando los síntomas de esta afección están asociados con la ansiedad de separación o la han precedido en el tiempo, planteamos el diagnóstico de síndrome de privación y de ansiedad de separación.
* Sociopatías: los sujetos dominantes tienen tendencia a no dejar salir del territorio sobre el cual viven, los miembros del grupo al cual pertenecen. De este hecho, en conflictos jerárquicos, como los que conocemos en las sociopatías, la salida de los propietarios desencadenará comportamientos de agresión hacia ellos. Cuando lleguen aún así salirse, la agresión tendrá tendencia a ser redirigida sobre las salidas que tomaron, o sobre los contornos de las ventanas por las cuales el perro los ve alejarse. Los destrozos de mobiliario son extremadamente localizados. Por otra parte, las suciedades podrán aparecer después del desencadenamiento del marcaje social por depósito de orina levantando la pata sobre soportes bien visibles o emisiones de heces sobre determinados lugares de reagrupamiento social (mesas, sillones, canapés…). Partiendo de este hecho, el diagnóstico diferencial descansará principalmente sobre la localización de los daños (dispersión en la ansiedad de separación), la localización y el aspecto de las suciedades (dispersión, situadas en el suelo, heces múltiples y blandas, orina en pequeñas cantidades múltiples, en la ansiedad de separación) y sobre la presencia de agresiones en las tentativas de salida, en las sociopatías.
* La depresión de involución: la confusión puede en ocasiones existir en la medida en que los animales alcanzados por estos dos tipos de afección ensucian el interior de la habitación, pueden emitir gemidos, y sufren en ocasiones de insomnio. Sin embargo, en el caso de las depresiones de involución, la aparición brutal de trastornos después de 5 años constituye un elemento diagnóstico lo suficientemente claro para evitar errores diagnósticos. Unicamente las ansiedades de separación que, debido a la ausencia de tratamiento adecuado, han evolucionado hacia una depresión de involución pueden plantear problemas de diagnóstico. Sin embargo, la puesta en evidencia de los signos de involución, el hecho de que el desaseo no está únicamente constituido por las micciones y defecaciones emocionales pero también por comportamientos de eliminación infantiles que pueden ocurrir incluso en presencia de los amos, y para terminar los valores de los scores E.T.E.C. y E.V.E.C. permiten diferenciar. El hecho de que una ansiedad de separación haya podido participar en la aparición de una depresión de involución debe sobre todo guiar el clínico en su acción terapéutica y en particular conducirlo a realizar una terapia de desapego con el objeto de disminuir los riesgos de recaídas después de terminar el tratamiento.
Pronóstico: es muy favorable con la condición de que los propietarios hayan entendido lo que pasó y acepten asumir su papel. Cualquier situación de ansiedad afectiva en el medio que rodea al animal constituye una dificultad importante para instituir la terapia y deberá ser tomada en cuenta para el pronóstico.
Tratamiento:
* Quimioterapia: para ser bien conducida, requiere que el tipo de expresión ansiosa haya sido bien determinado. Al principio de la enfermedad, cuando coexisten hiper-reactividad e inquietud, los beta-bloqueadores y particularmente el propranolol (Avlocardylnd et Avlocardyl L.P.nd, en México Inderalici) es suficiente terapéuticamente. Pero este estadio es fugaz y los propietarios consultan generalmente cuando que el perro está mucho más y profundamente perturbado, que los destrozos provocados son más importantes y cuando su paciencia está aminorada, en ese momento, debe brindar una atenuación rápida de los trastornos que podrá solo motivarlos y hacerlos participar activamente en la terapia. Dos moléculas permiten, cualquiera sea la forma de expresión de la ansiedad y facilitar el desapego : son la selegilina (Selgiannd) a la dosis de 0,5 mg/kg diario en una sola toma y la clomipramina (Clomicalmnd) a la dosis de 2 a 3mg/kg diario en dos tomas. Estas dos moléculas se emplean de manera diferente.
La clomipramina, cuando es prescrita, constituye el "punto central" de la quimioterapia, alrededor del cual van a poder agregarse diferentes moléculas que tiendan a modular las particularidades de expresión de la ansiedad. Sus propiedades anticolinérgicos le permiten atenuar muy rápidamente las micciones y defecaciones por miedo. Estas mismas propiedades asociadas a sus efectos sobre el sistema serotoninérgico contribuyen también para disminuir, ver suprimir la bulimia cuando esta se presenta.
Cuando la agitación motora, la exacerbación del comportamiento exploratorio, las destrucciones constituyen uno de los aspectos mayores de la sintomatología, los neurolépticos activos a nivel de las estructuras dopaminérgicas de tipo D2 y D3 están particularmente indicadas. Entre ellos, la pipamperona (Dipipéronnd) es la molécula que, asociada a la clomipramina, permite obtener los mejores resultados. En este caso, tomando en cuenta la potencialización de los efectos sedativos con la asociación de estas dos drogas, conviene no administrar más que el 50 % de la dosis de pimpanperona normalmente preconizada, lo cual equivale a una dosis diaria de 15 à 20 mg/m2.
En cambio, cuando la ansiedad de separación se expresa bajo forma de ansiedad permanente la asociación de la trioxazina (Relazinend) con la clormipramina es particularmente eficaz, en particular cuando los gemidos constituyen un síntoma mayor. (otros anxiolíticos no sedativos como el captodiame (Covatinend) pueden también ser prescritos, aunque con menor éxito, su posología varía de 1 à 2 comprimidos por cada 10 kg).
La actividad anxiolítica de la selegilina asociada a su acción reguladora sobre el conjunto de los sistemas de neurotransmisión permiten un empleo en monoterapia de esta molécula, en las mismas indicaciones que para la clomipramina.
Para terminar, en el caso particular en que la ansiedad de separación se exprese esencialmente mediante la aparición de granulomas de lamido, el empleo de drogas alpha-2-agonistas como la clonidina (Catapressannd) o el etomidato (Domitornd) permite, administradas solas, suprimir el lamido en 8 a 14 días y disminuír la intensidad de las manifestaciones de ansiedad, tomando en cuenta su costo, el etomidato sin embargo más específico no puede emplearse en la práctica, se empleará entonces la clonidine a la dosis diaria de 0,015mg/kg (o un comprimido por cada 10kg).
El equilibrio así obtenido facilita la institución de la terapia.
* Las terapias: se componen de dos elementos :
– una terapia de desapego : tiene por objeto romper el lazo de hiperafecto instaurando al mismo tiempo una lazo de afecto al grupo. Esto significa que el sujeto de apego rechaza de ahora en adelante todo contacto cuando es el animal quién toma la iniciativa. Se rechazará en consecuencia al perro que viene a buscar la caricia, desencadenar un juego. En cambio esta persona puede en cualquier momento llamar a su perro para acariciarlo o jugar con él durante el tiempo que le plazca y lo rechazará después.
Para realizar esta terapia en óptimas condiciones, se definirá un lugar de dormir reservado al perro y se le enviará cada vez que se instale en otra parte para dormir. En efecto durante el hiperafecto, el perro busca los lugares para dormir que le aseguren un contacto físico o visual con el sujeto de apego. Esta ruptura es también importante.
– una desritualización de la salida y del regreso: basta para ello pedirle a los propietarios no tener ya contacto con el perro durante los 20 a 30 mn que preceden la salida y no decir nada o hacer cuando se abra y cierre la puerta. Al regreso, se ignora al perro mientras éste agitado y no se manifiesta ninguna reacción si hay destrozos los cuales se repararán en ausencia del perro (facilitado mediante la administración de sicotrópicos los cuales disminuyen considerablemente la aparición de las fases de agitación generadoras de degradaciones en la habitación).
En algunos casos, se establecen señales jerárquicas con el objeto de estabilizar de manera duradera las relaciones entre el animal y sus amos.
BIBLIOGRAFIA
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BOURDIN M, PAGEAT P. Psychodermatosis. Encyclopédie Vétérinaire. 1995 Dermatologie 2250.
PAGEAT P. Pathologie du comportement du chien. Editions du Point V´térinaire. 1995, 367 pages.