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Bobby

El “Greyfriars Bobby” era el fiel compañero de un policía llamado John Gray quien vivió alrededor de 1856. John y el perro se convirtieron en amigos inseparables hasta 1858, cuando John muere de tuberculosis y es enterrado en el cementerio Greyfriars. Su perro “Bobby” se hizo famoso porque durante 14 años permaneció en la tumba de su amo durante todas las noches hasta su propia muerte en 1872.

“Bobby” era un Skye Terrier. Este perro es oriundo de la isla de Skye y es conocido por su lealtad y compañerismo. Los Skye Terriers se hicieron famosos entre la nobleza debido a esas cualidades.

El Castillo de Edimburgo era uno de los lugares favoritos de “Bobby”.

Una tradición conectada al “Greyfriars Bobby” y el castillo de Edimburgo es la del disparo de la batería de las 13hrs. Cuenta la leyenda que un capitán de marina visitó Edimburgo hacia el 1860. Cuando volvió a su hogar, informó que había visto una ciudad maravillosa, llena de construcciones y monumentos espléndidos, en donde vivían hombres sabios y bellas mujeres y en donde se estudiaba la ciencia. Había sólo un problema, nadie sabía la hora correcta del día. Había suficientes relojes, pero ninguno de ellos concordaba.

En 1861, la situación se corrigió, cuando los funcionarios de la ciudad decidieron que se disparase el cañón todos los días desde el castillo a la una en punto. De ese modo, todos los ciudadanos podrían ajustar sus relojes. La batería aún hoy es disparada.

Al tiempo que esta tradición comenzó, el “Greyfriars Bobby” se hizo amigo de un soldado en los cuarteles del castillo, su nombre era Scott. El sargento Scott presentó a “Bobby” a sus compañeros y todos le dieron la bienvenida al nuevo camarada peludo. Una de las responsabilidades del sargento Scott era la de ayudar a disparar el cañón y “Bobby” siempre lo seguía a las rampas del castillo para ser testigo de la acción.

Inmediatamente después del disparo de la una en punto, “Bobby” se dirigía a un restaurante llamado “The Eating House”, donde el dueño regularmente le daba a “Bobby” su almuerzo.

Muy pronto se convirtió en una atracción diaria ver a “Bobby” ir a pedir su cena y una multitud frecuentemente se reunía en las puertas de entrada del cementerio para esperarlo. Pero “Bobby” no perdía tiempo con su comida. Ni bien la terminaba, corría hacia el cementerio para sentarse pacientemente al lado de la tumba de John Gray.

Debido a que el “Greyfriars Bobby” es una parte querida de la historia de Edimburgo, su collar y su plato se preservan en la Casa Huntly, el museo dedicado a la historia de la ciudad. La Casa Huntly es una casa restaurada que data del siglo XVI. Después de una amplia renovación, el museo se abrió en 1932.

El collar que pertenece a “Bobby” y que está en la Casa Huntly es más que un collar típico. Después de la muerte de John Gray, “Bobby” no tenía dueño oficial. Era amado y regularmente alimentado por las familias y comerciantes situados alrededor del cementerio, pero nadie había abonado su licencia. En ese momento, “Bobby” había visto la muerte de cerca en varias ocasiones debido a que carecía de licencia.

El Sr. James Brown, viejo cuidador del cementerio, contó como “Bobby” se encontraba acostado sobre el túmulo funerario, a la mañana siguiente al entierro. A los perros no se les permitía entrar al cementerio, por lo tanto, el Sr. Brown debía perseguir al perrito hasta sacarlo de allí, pero, a la mañana siguiente, el perro volvía. Una segunda vez “Bobby” es ahuyentado, solo para encontrarlo nuevamente en el lugar habitual, tiritando sobre el suelo frío y húmedo de la tumba de Gray.

En ese momento, el cuidador sintió pena por el perrito y le permitió quedarse. Aún en los días de clima más horrible, “Bobby” no abandonaba su posición, a menudo, aullaba a aquellos que intentaban convencerlo de que se quedase en sus casas. “Bobby” no tenía licencia y estaba en peligro de muerte.

Afortunadamente para “Bobby”, el alcalde de la ciudad, Sir William Chambers era un amante de los perros. Como jefe del Municipio, era un hombre poderoso y cuando el asunto de la licencia de “Bobby” surgió, pidió conocer al perrito. Sir William quedó encantado con “Bobby” y así fue como decidió pagar por su licencia indefinidamente. A “Bobby” se le dio un nuevo collar, el que hoy se encuentra en exhibición, y un plato de bronce con la siguiente inscripción: “Greyfriars Bobby del Alcalde, 1867, autorizado”.

La zona de la vieja ciudad en donde “Bobby” deambulaba y ahora se encuentra sepultado, contiene una de las iglesias más importantes de la ciudad. “La Iglesia Presbiteriana Escocesa Greyfriars”, construida en 1620, fue la primera iglesia nueva construida después de la Reforma. Lleva el nombre de los frailes franciscanos. María, Reina de los Escoceses, cedió las tierras a la comuna en 1562 para aliviar la presión a la que estaba sometida el cementerio de la ciudad en St. Giles.

Además de las tumbas de John Gray y “Bobby” hay muchos ejemplos de bellos monumentos de los siglos XVII y XVIII.

A unos pocos pasos del cementerio, se encuentra la famosa estatua de “Greyfriars Bobby” Por detrás de ella, hay un pub que lleva el nombre de “Bobby” en su honor.

Un año después de la última guardia de “Bobby”, la Baronesa Burdett Coutts hizo esculpir una estatua y una fuente para conmemorar la vida de un perro devoto y la historia de una amistad que superó la muerte. Según se informó, “Bobby” murió sobre la tumba de su viejo amigo, John Gray.

Copyright Monica Loreto

Fuente: www.scotlandinargentina.com.ar/bobby.htm