Etimológicamente “eutanasia” significa: buena muerte, dulce, libre de sufrimientos. La empleó por primera vez Francisco Bacon en el siglo XVII.
En general, eutanasia significa el hecho de provocar una muerte fácil y sin dolores a un paciente que está próximo a morir por causa de una enfermedad terminal.
Estos medios con los cuales se causa la muerte pueden coincidir todos en una intervención positiva, por ejemplo, en una sobredosis de sedantes y/o anestésicos , que causa de inmediato la muerte. A veces se usa el término dar una muerte piadosa para esta clase de intervención.
Con todo, lo normal es que se le llame eutanasia positiva, activa, o directa. En cambio se llama eutanasia negativa, pasiva o indirecta a la omisión de un tratamiento eficaz, o sea, al hecho de no prolongar el proceso de morir por medio de máquinas o aparatos que mantienen la vida al paciente, como por ejemplo, el respirador artificial, canalizaciones, oxigenoterapia etc..
Las definiciones son útiles pero no hay que darles demasiada importancia ya que ellas no resuelven por sí mismas los problemas morales a que se refieren.
Etimológicamente la palabra eutanasia significaba en la antigüedad una muerte dulce sin sufrimientos atroces. Hoy no nos referimos tanto al significado original del término, cuanto más bien a la intervención de la medicina encaminada a atenuar los dolores de la enfermedad y de la agonía, a veces incluso con el riesgo de suprimir prematuramente la vida.
Además el término es usado, en sentido más estricto, con el significado de «causar la muerte por piedad», con el fin de eliminar radicalmente los últimos sufrimientos .
Dado que el sufrimiento es el factor de decisión más importante y tal vez el más difícil de mensurar, podríamos decir simplemente que, el animal sufre cuando no puede vivir normalmente. Cualquiera que haya sido su forma de vida, un animalito que no puede continuar con esa rutina pierde su auto respeto, autoestima y hasta sus deseos de vivir…
Mientras que el sufrimiento emocional no puede ser medido en una escala precisa, no quedan dudas que ellos son conscientes de su debilitamiento y están afectados negativamente por él.
Aunque en algunos casos no lo representen a través de quejidos o gestos, nuestros animales sufren y sienten dolor, especialmente en aquellos casos de traumatismos y/o heridas de diverso origen . Si la observación clínica de estos pacientes revela la existencia de lesiones masivas y de difícil solución médico-quirúrgica una indicación para tener en cuenta es la eutanasia.
Los estadios terminales de algunas enfermedades como Insuficiencia Cardíaca Congestiva; Insuficiencia Renal; Neoplasias (cáncer) Primarias o Metastásicas; Alteraciones Cerebrales y Medulares; Enfermedades Hepáticas y Metabólicas; producen alteraciones que lentamente van socavando la salud del animalito y lo llevan sin prisa pero sin pausa a la muerte con su importante e inmensurable dosis de sufrimiento. En estos casos está también justificada la eutanasia.
¿Quién está autorizado para tomar la decisión de dejar morir a un enfermo terminal sin que se prolongue innecesariamente su proceso de morir?
De acuerdo con el orden de la naturaleza, tal derecho corresponde a aquellos que tienen el deber de cuidar del animal. Tales son los miembros de la familia; este derecho no pertenece a las autoridades públicas y menos al veterinario, ya que las mascotas no son propiedad del Estado ni del profesional que vela por su salud.
Posición de la iglesia: En un Mensaje de Su Santidad Pío XII, dirigido a un grupo de anestesiólogos el 24 de noviembre de 1957 hizo énfasis en el derecho que asiste a todo ser humano de morir dignamente (los animales deben y pueden tener el mismo derecho).
Se valió de los términos utilizados entonces de medios ordinarios y extraordinarios, y enseñó con acierto que no existe obligación de usar medios extraordinarios para conservar la vida.
La tradición occidental y la filosofía teísta se han manifestado contra la muerte provocada . La razón principal en favor de esta posición es el que Dios pose el dominio directo sobre la vida.
Somos administradores de nuestra propia vida pero no sus propietarios. Aunque este argumento es válido con base en una filosofía teísta, quizás no convenza a todo mundo, tal vez ni siquiera a los creyentes.
Sin embargo, la discusión sigue abierta…
Autor: MV Adelaida A. Goldman
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